miércoles, 5 de diciembre de 2012

Carta Blanca: Carlos Frías

Carlos Frías es estudiante de Periodismo en la UMA. Escribe en No quieres leerlo y colabora en Hypeyou!

Me presento aquí como un intruso. Un intruso porque soy ajeno a este blog, no formo parte de sus miembros.

Cuando The BookFenders me propusieron la idea de colaborar en este proyecto con una entrada que resumiese lo que ha significado la literatura para mí, sentí un poco de vértigo, como siempre al tener que hablar de materias tan extensas y profundas que a su vez originan una ignorancia infinitamente más extensa y profunda.

Había cosas que tenía claras: no quería soltar el discurso de la literatura y la imaginación y de los múltiples universos que nos permite crear, no quería convertir la entrada en una nebulosa de opacidad inmaterial que no dijese una mierda, y quería intentar plasmar lo que significa para mí.

Siendo honesto debo admitir que no he devorado libros durante mi adolescencia. Cuando era pequeño sí que leía obra tras obra, pero al llegar a cierta edad (digamos 12 años) dejé la lectura a un lado para hacer hueco a otras distracciones.
Por circunstancias de la vida, y ciertas personas que aparecieron en ella, de un año hasta ahora me ha vuelto el febril interés por la lectura.
La literatura es Quevedo, Shakespeare y Hemingway. Es Lorca, Calderón y Sartre. Literatura es Kafka, Murakami y Dante. Pero literatura también es Kant, Nacho Vegas y Manfredi. También es Donizetti, Miguel Hernández y Espronceda. Un ensayo de arquitectura, el tractatus de Wittgenstein y El origen de las especies son literatura.

Aprender es formarse, y formarse es hacerse persona. 

Literatura es todo aquello de donde puedas aprender, aquello que te permita conocer cosas hasta ese momento inexistente. No podemos cerrarnos a los grandes autores que hemos tenido que aprender en el colegio y rechazar otros incontables conocimientos que esconden los libros.
En los últimos tiempos, y todavía no sé si para bien o para mal, estamos siendo testigos de un resurgir cultural en la población. Digo que no sé qué tinte tiene todo esto porque cuando ahondas un poco en esas personas abanderadas de la cultura por motu proprio observas que no han aprendido nada, que, y no solo referente a los libros, han convertido la cultura en un bien de consumo más, engullendo datos sin asimilarlos, por el mero hecho de contarlo después delante de gente a los que toman como ignorantes, sin darse cuenta que son ellos mismos los primeros.

Hay que leer, sí. Pero más importante es aprender. Y no hablo solamente de conocimiento teórico, aquí también acude la necesidad del conocimiento emocional y sentimental, del cual nos provee generosamente la literatura.

Todo aquello que enseñe, que conmueva, transmita o estremezca es digno de llamarse literatura.

Pero literatura también es todo lo que tú quieres que sea. 

Tú puedes hacer literatura. En realidad, esa literatura que tú puedes crear es la más pura para ti, porque eres tú y nadie más el que está ahí reflejado.
Creo que hay que escribir. Es una necesidad. Muchas veces no queremos, o no sabemos, contar los problemas o pensamientos que se nos cruzan. Escribirlos en un cuaderno, junto con todos los anteriores que ya hayas plasmado, te facilita solucionar todas esas disyuntivas. Y eso es literatura. Que nadie te lo niegue.

Los creadores de esto también me ofrecieron la posibilidad de escribir sobre alguna obra en particular en cuanto ha significado para mí. He elegido Poeta en Nueva York.

Y he escogido esta obra porque es la que me ha introducido a la poesía, a vivirla y a amarla.
También la he escogido porque, a mi parecer, es un género olvidado y asqueado por una gran parte de la juventud hoy día, sin darse cuenta de que la poesía en sí, en la parte intrínseca de su existencia, es la vida. 
La poesía está en una acera nueva, en un soplo de viento más fuerte de lo normal, en una colisión de coches, en un abrazo o en una conversación. La gota que resbala por una hoja es poesía. El bostezo desamparado de cada mañana es poesía. ¡Hasta estar solo es poesía!

El rechazo que genera la poesía en muchas personas que tienen hábito de lectura se crea porque pretenden acercarse a ella como si de una obra de Unamuno se tratase, es decir, a leerla de igual manera.

Una de las mejores cosas que tiene la poesía es que, no ya cada autor, sino cada poema es un mundo que tiende a infinito. La poesía es sentimiento puro y como tal no es eterna. Es imposible intentar perpetuar una emoción toda una vida. Con los poemas pasa algo parecido. Pretender sentir lo mismo que el autor es algo estúpido y muy difícil de conseguir. Para leer poesía hay que dejarse engullir por las palabras, permitir que la atmósfera emocional nos abrace y, una vez conseguido esto, hacerla propia y solamente nuestra. Hay que aplicar el poema a nosotros, a los pensamientos y situaciones que estemos viviendo en ese instante de nuestra vida. Por eso mismo la poesía no es eterna, porque ningún momento de nuestra existencia lo es y porque nunca un mismo poema nos va a revocar las mismas sensaciones.



Escrito por @CarlitosFrias

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