lunes, 14 de enero de 2013

Carta Blanca: ''La vida por delante'' (Rocío García)


Rocío García es estudiante de Periodismo en la UMA. Escribe en su blog Asteroide R612, en La Taberna Global y en su blog en Sur.es
Estar aquí, rodeada de palabras, de libros y de personas que hablan de ello es un honor incalculable. No creo que la literatura pueda describirse pero Félix Rebollo se acerca a ello: “La literatura es la savia, el motor para defender la libertad y formar conciencias críticas. Es el espíritu, el conocimiento, el pensamiento crítico que nos muestra la belleza y el motor de la civilización y del progreso, la interiorización, el aprendizaje, la vía de la inteligencia, del inconformismo, de la insatisfacción humana, de la extensión de la imaginación y de la memoria Es una manera de vivir. La literatura nos enseña a mirar dentro de nosotros; con su vitalismo respiramos, nos formamos, buscamos la verdad y la exteriorizamos.

Tener veinte años es suficiente para aprenderte de memoria cada milímetro del Pont des Arts, la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti y, claro, ¿cómo no? De la rue Cherche-Midi. Porque recuerdas que salías de un café y nos hablamos.

Porque con seis has encontrado a Mi Hermana Clara y los Libros del Barco de Vapor, los blancos, azules, naranjas, que cambia el color a tu medida, a tu edad, a tu tiempo.

Porque con diez has conocido los mundos de Verne y has sentido la angustia de estar solo en una isla. La amistad verdadera en la isla Chairman, de Salgari, pero también el sufrimiento, con trece, del Amsterdam de Anna Frank. Y con quince has comprendido a Alberti, Machado o Lorca, a la fuerza, también a Bécquer. Pero el tiempo pasa y entiendes a Dorian, lees a Zweig, sin querer. Lees a Bukowski, a Bolaño y odias a Nabokov y luego, quizás, hasta lo entiendes. Así, supongo, apareces, para buscar a la Maga. Pero Shakespeare&co quiere acabar con todos los que buscan refugio y París, otra vez, es una fiesta donde también baila Céline y ríe, porque Baudelaire ya no entiende de flores y ahora quiere ser mosquetero. Dumas niega con firmeza ‘jamás serás parte de una de mis historias’. Les ha podido la locura. Es momento de huir, salir corriendo. Es fácil escapar, es la literatura, que nos hace inventar viajes en globo, en 80 días, al centro de La Tierra. 

Crecemos. Crecemos en pleno viaje, en plenos viajes inventados por Julio Verne, de Glasgow a Charleston compadeciendo a una Anna Frank que bien podría ser nuestra amiga e imaginamos, con Daniel el Mochuelo, por qué no, cómo sería vivir lejos de todo esto. Lejos de la suciedad, la violencia y la pobreza de Dickens. Más allá, en Nunca Jamás o Detras del Espejo, con Peter Pan, Alicia, en un mundo donde las palabras se convierten y la estructura la marcas tú y es, también «De alguna manera es la experiencia de toda una vida y la tentativa de llevarla a la escritura». 

El tiempo no para, Dorian. Y tú también sueñas el mar. También Moby Dick, Ulysses. Y Joyce, todos los veranos, todas las promesas de acabar. Para acabar allí, On the road, en cualquier viaje, sin reglas, rebelde, en un Cadillac Solitario, en una novela Beat, viviendo. Naufragando durante Dos años de vacaciones, siendo cualquier Robinson Crusoe sin miedo a despertar sin recordar nada. Despertar con diamantes, sin Gregory Peck, A sangre fría. 

Los libros son así, nos transportan, nos evaden, nos invanden. Ellos nos enseñan ciudades que nunca hemos conocido y, sin embargo, sabemos de memoria. No nos cuentan historias, también la historia.

No puedes parar de leer. No quieres parar de leer. Dan las tres de la mañana, las cuatro. “Ya mismo acaba”, piensas. Pero aún queda el final ¿quién será el asesino? ¿Dónde estará el cadáver? ¿Qué pasará con ellos?

Y crees, crees en la literatura como vía de escape, como auxilio de la rutina, como complemento de un domingo por la tarde. Como promesa de un verano, de piscina, de sol, de playa y los imaginas, ahí fuera, como si estuviesen dentro de tu libro. Entiendes a Bastian Bux, un día, otro, y tú también quieres salvar fantasía.

Y da igual donde lo leas, quién te lo diga. Da igual quién sea yo o a qué haya venido si todos lo han dicho ya antes: Lee.

Escrito por @Roo_GR

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